El siglo XIX se caracterizó desde el punto de vista demográfico por una elevada mortalidad y una alta natalidad, de esta manera llegar a octogenario en aquella época era toda una proeza.
A fecha de hoy los nacidos en el “primer mundo” han logrado una supervivencia doble a la cantidad de años de los que se solía vivir en el siglo XIX, llegando a octogenarios relativamente bien, con menos enfermedades discapacitantes gracias a las mejores condiciones de salud pública, a los adelantos médicos y a una equilibrada alimentación, teniendo que destacar la supervivencia de bebés y niños y todo ello a pesar de un incremento de las enfermedades crónicas, cardiovasculares, cáncer, etc. y a los accidentes.